enemiga del hambre, Neruda
"The baked-potato man", 1851, Henry Mayhew . London Labour and the London Poor |
Hay un puesto de papas criollas en mi pueblo, Santa Rosa de Osos, norte frío de Antioquia, que ha servido papa frita a cuánto cristiano ha tenido hambre y ha pasado por la Calle Real, que es casi todo el mundo. Treinta años ya. Chechei nos conoce a todos. Sabe a quién le gusta las papas solas, o a quién tajadas capira, criollas en mitades, con ají, con limón pajarito, con cátsup.
A quién no le gusta la papa. Los debe haber. No que me interese saberlo, pero hay pecadores por exceso como por omisión. Desde enano me introdujeron a los ritos del almidón. Frita, sudada, muy raras veces al horno, gratinada. En puré, en papilla, en sopas de mi infancia que aun hoy recuerdo casi decepcionado por los menús callejeros.
Recuerdo a Chechei a mis once años cuando empezaba a caminar solo por las calles del pueblo. Santa Rosa siempre se mantuvo aislado de la región. Casi nunca pasaban cosas excepcionales. Era aburrido, por ende, casi seguro. Los sábados trabajaba lavando pocillos en una cafetería que mi madre tenía arrendada. Ella me pagaba y así no tenía que darme mesada… y así me introduje al mundillo de los tragos y del servicio en un pueblo todavía anclado en las costumbres rurales, todavía lejos de querer ser ciudad. Salía de El Rosedal, que así se llamaba la taberna, y Juan De me esperaba afuera. Comprábamos papitas y caminábamos hasta la Basílica, quién sabe entreteniéndonos en decir qué.
El ritual de servicio era sencillo. Chechei sirve las pepitas de oro fritas en dos bolsas de papel cartón. Se las entrega al parroquiano y, justo donde este las recibe, hay una coquita con limones pajarito cortados en dos, un frasco de encurtido picante de la minorista y salsa de tomate, no sé si Bari o Fruko. Siempre me pasa que cuando estoy en el proceso de meter los medios limones al exprimidor para enlluvecer las papas, de pintarlas levemente con ají rojo, se me inunda la boca de saliva... no ha habido bolsa de papas por las que no haya salivado antes de comer. Y la mayor nostalgia que siente un exiliado de mi pueblo por su patria perdida es el salivar provocado por las papitas de Chechei.
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